La desconexión moral sucede en individuos o colectivos, y siempre implica mecanismos justificadores que interfieren con los procesos de auto-regulación, auto- juicio y auto-sanción.
La desconexión moral puede llevar a la persona a pensar que un determinado hecho no es inmoral o que no provoca daño, aun cuando las evidencias fácticas resultan contundentes. La gente llega a decir que la conducta inmoral cometida no es reflejo de su verdadera intención o de su identidad, o recurre a especulaciones sobre lo peor que hacen los demás.
Los escenarios socio-políticos de desigualdades e inequidades en lo económico, político, cultural y social pueden interferir un desarrollo moral enfocado en la capacidad para descifrar la complejidad de las situaciones sociales desde criterios de sensibilidad y responsabilidad moral, reconociendo al otro como semejante. Esto lo han señalado diversos estudiosos en la filosofía, la psicología, la sociología.
Hay acuerdo en que la empatía y la indignación son sentimientos morales que permiten el cuidado y la relación con la sociedad en términos de lo correcto y lo incorrecto para todos.
Es importante rescatar nuestra sensibilidad moral con ejercicios empáticos que implican ponerse mentalmente en el lugar del otro y sentir la emoción del otro. Está demostrada la relación entre la empatía y la conducta prosocial y que la empatía activa principios morales, por lo que influye en el razonamiento moral.
Pero se trata de ejercicios deliberados atendiendo a los procesos emocionales y cognitivos cuando consideramos a las personas de los grupos diferentes al propio grupo. Esto requiere cuestionar nuestros estereotipos y pensar nuevamente en preocuparnos por el otro en situaciones difíciles. Es decir, requiere sensibilidad hacia el sufrimiento y el bienestar del otro, pero un otro que en su diferencia comparte mi propia humanidad.